Raquero (Archivo Javier Ortega)

Raquero (Archivo Javier Ortega)

PRESENTACIÓN DEL BLOG:

"Síguela, que es buena,

síguela, que es mala,

síguela, que tiene

pelos en la cara."




Según Esteban Polidura Gómez, esta coplilla la celebraban los raqueros de Santander a despecho de la contrariada autoridad municipal, allá por 1864, cuando aquel escritor contaba unos doce años, y Pereda daba a la imprenta sus Escenas Montañesas.



Tomo ahora prestado el primer verso para iniciar la singladura de este blog, que debe tener contenidos educativos, relacionados con la Lengua castellana y su Literatura.



Espero que sea del gusto del lector, que en él se propongan enseñanzas motivadoras, útiles y edificantes, y que se nutra de la aportación de todos los interesados en estos temas.



Muchas gracias a todos/-as por hacerle un pelín de caso.



¡Adelante, pasen sin llamar!

domingo, 31 de marzo de 2013

Ignorancia esclava.


·   "Habiéndole uno encargado la instrucción de su hijo, el filósofo le pidió por ello quinientas dracmas, y diciendo aquél que con tal cantidad podía comprar un esclavo, le respondió Aristipo: "Cómpralo y tendrás dos".
 
 
 
 
 
(Diógenes Laercio, "Vidas de los más ilustres filósofos griegos", Libro II)






(De Rubén Romero Sánchez, Redactor Jefe de la Secc. de Cine de Culturamas)

viernes, 1 de marzo de 2013

¿Gasto o inversión?


A día de hoy España invierte en torno a un 5% del PIB en Educación. Son más de 51.000 millones de euros al año, de los cuales el 62,2% se destina a pagar al personal implicado en tan contumaz labor. Desde 2001, el incremento ha supuesto la suculenta cifra de 22.000 millones más por año. Y sin embargo, ¿dónde están los resultados?

 Tan solo ha habido un descenso en abandono escolar de apenas cuatro puntos de 2002 (30,7%) a 2011 (26,5%). La media de la Unión Europea en 2011 era del 13,5%. Es decir, seguimos aún trece puntos por encima del resto de países de nuestro entorno. Se entiende como abandono de los estudios los jóvenes de entre 18 y 24 años que no titulan en Secundaria Obligatoria, o que aun titulando, no prosiguen estudios superiores de Bachillerato o de FP.

Las habilidades cognitivas de los estudiantes españoles son pobres y poco desarrolladas. Su dominio de otras lenguas, como el Inglés, es pésimo. Y el nivel de lectura (481 en 2009) queda por debajo de Portugal, Italia y Grecia, aunque por encima de Austria, Israel, Chile o Luxemburgo. En 2000, nuestro nivel de comprensión lectora era superior en doce puntos al último registrado por nuestro país.

Los que venimos de planes antiguos de estudios, estábamos acostumbrados a una clase con más alumnos, pero también más dispuestos en su mayoría a aprender y aprovechar el tiempo. Se sabía positivamente a lo que se iba. Desde luego, no a incordiar, molestar o hacer el tonto. Las familias estaban detrás, muy encima, había voluntad de superación, y la colaboración con el profesorado y equipo directivo era estrecha y cómplice. De los padres, uno se quedaba en casa por las tardes para controlar el progreso de los hijos. Con un solo sueldo, vivían dignamente más de cuatro personas. El empleo era estable, y la vivienda bastante más asequible que ahora. El presunto y pretencioso “estado del bienestar” nos ha llevado a que ni trabajando los dos progenitores, se pueda vivir con holgura ni atender bien a los hijos. Las familias pierden sus empleos y sus hogares por las elevadísimas cargas hipotecarias. Los alquileres no están baratos tampoco. La gente se endeuda cada día. No hay futuro para los jóvenes, que han de mirar a China o a las antípodas para subsistir de alguna manera. La alternativa es entrar en las juventudes de algún partido –como antes en las hitlerianas--, y entonces se hace camino al andar.

Dicen filósofos entendidos, como José Antonio Marina, que hoy el cerebro de los adolescentes madura tarde y mal. Quizá la sobreprotección esté llevando a la irresponsabilidad, a no querer asumir cuanto antes una clara apuesta de futuro. Y tal proyecto pasa por plantearse tres preguntas básicas: ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? Los chicos de antes se educaban para ser hombres, no para seguir siendo niños. Bien es verdad que la enseñanza solo era obligatoria hasta los catorce años. En 1975 había un 41% de chicos de dieciséis años escolarizado. Lo que quiere decir que el resto, un 59%, ya estaba aprendiendo a ganarse la vida con esa edad. Existían los maestros y los aprendices de taller. Quien no quería asistir a la escuela no era atosigado. Se le dejaba en paz. De ese modo, no perjudicaba a los alumnos motivados hacia el estudio. El que no titulaba se ponía a trabajar en lo que fuera, y así se iba ganando un dinero y experiencia, a veces para pasar de un oficio a otro más digno. Se podía empezar descargando camiones de fruta y con el tiempo poniendo un puesto de venta y luego una frutería o tienda de ultramarinos en toda regla. O estibando mercancías en los muelles y después abriendo un almacén de productos de desguace. O trabajando en una cantera y más tarde de viajante de comercio. Esta gente joven que apenas había estudiado eran, no obstante, personas responsables y de provecho, y tomaba conciencia de que era conveniente que sus hijos se aplicaran y superaran la situación formativa de los padres. Así la siguiente generación llegaba al Bachillerato, o hasta una carrera universitaria. Fueron años en los que no escaseaban los empleos, y se podía empezar pronto a adquirir experiencia laboral. Quien además sabía Inglés, Francés o Alemán a un nivel medio, o medio-alto, se comía el mundo y llegaba lejos. Se entraba en una firma, y se ascendía hasta la jubilación. Uno o dos coches, chalet en la sierra o pisito en Benidorm.  
  
Nuestros jóvenes de hoy no han asimilado la cultura del esfuerzo. Cerca de un 30% de personas de entre 15 y 29 años ni estudian ni trabajan. Están hechos a la sopa boba de lo que caiga en casa. Mejor dicho, de lo que ellos exijan a su familia, que de manera errónea se desvive por tenerlos consentidos y contentos, y por darles cualquier capricho material que se les antoje. Son los “niños del mando a distancia”: deciden el canal que se ve en la tele, y lo que se hace o se dice en el hogar. Programan y reprograman a sus padres, abuelos y hermanos para que congenien con sus pensamientos vacuos de cabezas vacías. Estos chorlitos creen tener resuelto el porvenir a golpe de click, cuando en realidad deambularán por estaciones, cañadas y apeaderos el día que falten sus hacedores, mendigando o algo peor.

Si las cosas se presentan oscuras para quien tiene estudios superiores, imaginemos lo que pinta para el resto: la náusea o la nada.

Con chavales poco entregados al duro aprendizaje diario de cada materia, solo cabe una menor ratio de ellos en cada aula. Y tal medida exige más profesores y más recursos. También una sólida vocación docente y una preparación en destrezas y habilidades formativas. Hay que ganarse a los pupilos, hacerles atractiva la asignatura. Saber vender la mercancía. El King’s College se rige por una selecta criba de docentes: impecable graduación con doctorado, don de gentes y fuerte empatía hacia los alumnos, que incluye la probada capacidad de diseñar planes de actividades complementarias fuera del horario escolar.

Últimamente, se culpa a los profesores españoles de estar poco cualificados para asumir los nuevos retos educativos. Poca entrega, parsimonia con los alumnos, anquilosamiento metodológico. El anatema alcanza a la universidad, ninguna dentro del listado de las 120 mejores del mundo. Pero, ¡oh, misterio!, a nuestras enfermeras se las rifan en Francia, Gran Bretaña o Arabia Saudí, y nuestros ingenieros son requeridos en Alemania, Bélgica, Brasil, Canadá y Holanda. Cuando el río suena, agua lleva. ¡Menuda contradicción de posibles!
Gasto en Educación sin resultados et alii.
Andreas Schleicher, de PISA.
Nuestro sistema educativo. 
Pedagogía. 
La educación de los niños según Rosa Navarro Durán.
Mejores profesores.
Los nuevos profesores.
Más rebeldes, más activos.
Manual para subir montañas.
Entrevista a José I. Wert
Novedades Ley Wert. 
Reforma educativa.