Raquero (Archivo Javier Ortega)

Raquero (Archivo Javier Ortega)

PRESENTACIÓN DEL BLOG:

"Síguela, que es buena,

síguela, que es mala,

síguela, que tiene

pelos en la cara."




Según Esteban Polidura Gómez, esta coplilla la celebraban los raqueros de Santander a despecho de la contrariada autoridad municipal, allá por 1864, cuando aquel escritor contaba unos doce años, y Pereda daba a la imprenta sus Escenas Montañesas.



Tomo ahora prestado el primer verso para iniciar la singladura de este blog, que debe tener contenidos educativos, relacionados con la Lengua castellana y su Literatura.



Espero que sea del gusto del lector, que en él se propongan enseñanzas motivadoras, útiles y edificantes, y que se nutra de la aportación de todos los interesados en estos temas.



Muchas gracias a todos/-as por hacerle un pelín de caso.



¡Adelante, pasen sin llamar!

martes, 23 de octubre de 2012

La chiquillería y su canto de libertad.



“A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando. La furia insana con que se lanzan a los más arriesgados ejercicios de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún pacífico transeúnte, el delirio de la autonomía individual que a veces acaba en porrazos, lágrimas y cardenales, parecen bosquejo de los triunfos revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar los hombres... Salieron, como digo, en tropel; el último quería ser el primero, y los pequeños chillaban más que los grandes.” (Benito Pérez Galdós, Miau, 1888).

Mi entrañable don Benito, sin duda el mejor talento narrativo español después de Cervantes. Nadie ha descrito mejor ni ha homenajeado tan perfectamente a los colegiales. Esa alegría eterna de los niños, que al margen del mundo adulto, ilumina sus vidas hasta en los momentos más terribles.

“Ningún himno a la libertad”, ni la Marsellesa, apunta el escritor, es tan sublime, natural, espontáneo y bello como el que entona a grito pelado la chiquillería al abandonar el aula de estudio. “Aula”, o “jaula”, pues a más de uno le parece un acierto insufrible pasar seis o siete horas delante del Maestro de Justicia, oyéndole debatir, dictar apuntes o preguntar por la lección o los ejercicios. En la época de Galdós, además, el maestro tenía vara: podía pegar a los niños si se reían en clase, no trabajaban en lo mandado o cometían alguna falta o tropelía. Es natural que después abandonaran la escuela como los leones la pista de circo, huyendo del látigo del domador. Además, como se hace con los monos cuando realizan una gracia oportuna, los niños no reciben el cacahuete; a lo sumo el demorado boletín de notas.

Imaginad aquella juvenil turbamulta apoderándose de la bien merecida salida, algunos con las heridas leves del día, por una riña o pelea, otros con el rebozo de la tunda del maestro todavía pendiente en su cara. Marcas que son para Galdós “bosquejo”, es decir, imitación relativa de los “triunfos revolucionarios” que en “edad menos dichosa” –esto es, en la madurez—“han de celebrar los hombres”. Los seres humanos estamos condenados al esfuerzo, al compromiso, a la lucha de superación. Nada se regala, o poco. Hay un refrán que dice que “El que algo quiere, algo le cuesta”, y es verdad. La vida no se nos da hecha; tenemos que hacerla nosotros, que la vivimos. Por eso decía también Galdós que cada uno lleva consigo su propia novela. Escribimos los datos de nuestro afanoso existir a diario, con nuestras acciones, buenas, regulares o malas. Y a veces ni somos receptivos, ni encontramos receptivos, ni proclives a nosotros, a los demás, que pueden oponérsenos y hasta “hacernos la pascua”. A menudo, quien más tiene se aprovecha del que tiene menos, y quien menos ama es llama de quien arde en amor. Donde quiera que uno vaya –sigue hablando don Benito—habrá hombres que manden sobre los otros y les cojan la voluntad. 

La ambición, el ansia de ser más, de dominar, es un mal humano que también existe en la ley biológica del más fuerte y capacitado. Lo señaló muy claramente Fernando de Rojas, en su prólogo filosófico a La Celestina (1499): “Todas las cosas se crían a manera de contienda o batalla […] Hasta los groseros milanos insultan dentro en nuestras moradas los domésticos pollos y debajo las alas de sus madres los vienen a cazar”. Y luego continúa nuestro agudo bachiller: “¿Pues qué diremos entre los hombres a quien todo lo sobredicho es sujeto? ¿Quién explicará sus guerras, sus enemistades, sus envidias..?” Cuando Melibea muere, su padre Pleberio se lamenta desconsolado y arremete contra el mundo, que le parece “un laberinto de errores, un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro”. O lo que es lo mismo: la danza de brujas en un aquelarre o la danza de la Muerte, personificada, que llama a todos por igual. Y lo malo es que no podemos escapar a los embrujos y sortilegios de la vida, pues somos seres sociales, y debemos estar preparados para los golpes y fortunas que estén por venir. El personaje extraordinariamente individualista de Areúsa se cree espíritu libre: “Me vivo sobre mí [esto es, ‘vivo por mí misma, hago lo que quiero’], desde que me sé conocer [‘desde que tengo uso de razón’]. Que jamás me precié de llamarme de otro, sino mía”. La pobre infeliz no sabe lo que le espera. Nadie es enteramente libre, pues todos, en mayor o menor medida, dependemos de lo que hagan los demás. Vivimos encadenados, amarrados a una cadena de favores. Hay cierto mecanicismo: si yo impulso la ficha, derribará a las otras del dominó. Y a menudo es difícil salvarse de la relación causa-efecto.

Por eso la infancia es la mejor etapa de la vida para ser feliz. Galdós aprecia y alaba ese delirio infantil hacia lo espontáneo sin atender a contextos: ese griterío, --más pronunciado en los pequeñines--, que se le antoja la chispa de la vida, la mejor música para mayores, la razón oculta que nos ha traído aquí, el impagable canto a la libertad.